lunes, 18 de febrero de 2013

El falso paradigma cultural y la música de pandereta



No estamos acostumbrados a hacer una decisión consciente de aquello que nos gusta. Del mismo modo que llevaríamos una buena alimentación, así podemos tomar la decisión de rodearnos de cosas que nos hagan ver la vida con otros ojos, otras perspectivas. La cultura es tan importante como la alimentación en ese sentido decisorio.

¿Cuáles son las razones que nos llevan a que nos guste un tipo de sonido? En la escena musical actual podemos entender mejor esto que en cualquier otra área, puesto que el sonido va siempre unido a un estilo y forma de relacionarse determinados. Así, la moda casa mejor con un tipo de sonido que con cualquier otro, así como las costumbres de ese amplio grupo social

No estamos preparados para lo verdaderamente nuevo. Lo nuevo no es precisamente lo más moderno del panorama. Aquello que nos venden como versión del no va más es un amaneramiento de lo mismo. Recordando otros artículos anteriores, podemos decir que es la misma forma disfrazada. Lo verdaderamente nuevo sería precisamente una forma que reflejase no las modas o las costumbres existentes, sino más bien una evocación de nuevas posibilidades o una recuperación de gestos humanos en extinción por la depauperación paulatina de nuestro trato en una sociedad narcotizada, represiva y presa de una constante y latente violencia implícita y hasta explícita. Por eso, con frecuencia lo verdaderamente nuevo no es suficientemente valorado o comprendido. Esto sucede, tristemente, porque o bien la sociedad no está preparada para ello o los modelos caducos no permiten la inserción de nuevas propuestas, además de la razón principal: la emancipación es un tema incómodo y haría que el mundo fuera mejor y pudiéramos ser libres y felices.

¿Por qué somos cada vez más egoístas y tenemos más miedo? En lo que respecta a las artes, la razón es priorizar la vana estética más que una función del arte a la que no se le saca demasiado partido: la transformadora. Grande la evidencia de que todo esto está ausente. La música, máximo exponente de esta capacidad de transformación, es el súmmum del narcótico si la miramos palmo a palmo. Nosotros lo sentimos mucho, pero es preciso hablar claramente: demasiados os habéis dormido demasiado y no coméis mas que de aquello que os duerme. Así no puede avanzarse mucho, eso es lo cierto.

El gusto es nuestro. Lo que quiero decir con esto es que no hemos de permitir que nos lo edifiquen de manera pasiva. Nosotros vivimos y nosotros elegimos de qué queremos rodearnos. Identifiquemos todas las tonterías de las que nos hacen engancharnos y hasta enamorarnos, esto es, absolutas gilipolleces y falsas mansiones del cliché para hacer la existencia soportable. Y todavía son peores que eso porque, para colmo, ni siquiera hemos tomado la decisión de que aquello esté en nuestras vidas. La decisión ha sido tomada de antemano. Entiendo que en Garaje Sónico nos reunimos para evitar precisamente esto. Estamos aquí para no hacer de la música un pasivo y mediocre pasatiempo -un “pasavidas”-, sino comprender la importancia de ejercitar la función del gusto, que repito es nuestra, ¡nuestra! No, señores, no. No nos vamos. No nos iremos y cerraremos la puerta tan fácilmente dejando cristalizar la basura malsana en PCs, demás aparatos, y los macilentos cuerpos de nuestros semejantes. No lo haremos porque aún tenemos sentido: aún podemos decir la verdad.

miércoles, 6 de febrero de 2013

Amor, enfermedad musical

Siempre se escucha por ahí aquel tópico de «el amor es una enfermedad». Sin meternos en la dichosa cuestión de si el amor es o no patológico, vamos a tratar el frecuente tema de las canciones de amor. Deberían pegarnos con una pala por hacerlo, puesto que incluso la canción del verano va de amor, y no paran de meternos canciones sobre ello desde cualquier parte.

En fin, vamos a empezar con este barroco y no siempre melifluo empapelado. Hace relativamente poco tuve la ocasión de leer un artículo en un diario digital acerca del machismo en la escena indie, en el que se trataba el recurrente tema de los roles sexistas. Es revelador que el mundo visual o de la música considerada independiente, que tendría que ofrecernos alternativas, nos ofrezca a veces tan solo una fantasía alterna que tan solo varía más bien poco las fantasías televisivas y cinematográficas acostumbradas; una microrreproducción del mismo sistema de valores de consumo enfermizos. Lo cierto es que no se toca apenas ni un solo valor jerarquizado u opresor, sino más bien al contrario. Es como cambiar de escenario o de ropa: pura estética sin fondo. No estoy diciendo que sea machista, porque machistas solo pueden ser las personas. Estoy diciendo que la manera de expresar el valor humano es a menudo patriarcal, matriarcal incluso, y enferma. ¿Que por qué?

Nuestro imaginario cultural nos hace vivir todo hacia la masa y no hacia nuestra individualidad, nuestra unicidad. Por ello valoramos, con demasiada frecuencia, no personas concretas, sino roles, tipos o subtipos. Básicamente, es la manera de convertir a la persona en gente. Esto es, la mayoría de las veces, involuntario, puesto que es una cuestión de atmósfera social. Mi modesta teoría es que el hecho de que existan tantas canciones de amor se debe sin duda al hecho de que no nos valoramos ni se nos valora lo suficiente como individuos. No nos amamos a nosotros mismos con la frecuencia o el fervor necesario y esto es precisamente el desamor. Una cuestión social que se manifiesta a todos los niveles y tanta música mítica nos ha regalado, por otra parte. Que alguien me diga la diferencia entre amor, obsesión y enfermedad, para elaborar un poco de luz en este panorama por el que todos navegamos y con tanta frecuencia, naufragamos. Yo creo haberla hallado en unas cuantas canciones de amor de mi colección personal. Tal vez el problema es que ha habido que escuchar muchas canciones de amor antes. El mismo Paul McCartney, picado sin duda por las críticas de su ex compañero de banda, John Lennon, compuso tal vez un gran resumen al presente artículo. Historias para mitómanos, sí, pero cierto. Un gigante de la música dándole una extraña importancia a una canción como Silly love songs, es realmente algo revelador en el asunto que nos ocupa.

Ahora que ya hemos elaborado una teoría acerca de por qué hay tantas canciones cuya temática es el amor romántico, ahora que ya hemos visto que es por una distancia prácticamente irreductible, consecuencia de la estructura actual de nuestro mundo, ahora que ya hemos comprobado que la mayoría de las canciones de amor son de desamor, y es precisamente ésta la causa de que sean tan numerosas, ¿qué coño estamos haciendo nosotros aquí, y de esta manera? Pregunto…