sábado, 5 de enero de 2013

La crítica activa e individual

La idiosincrasia musical se forja en nociones acerca de nuestra identidad. Desde siempre, el ser humano ha utilizado la música como una forma de comunión en comunidad. Esto se hacía de una manera directa y vivencial, puesto que no se contaba con los medios de difusión que se han puesto paulatinamente a nuestro alcance. Es cierto que hoy por hoy compartimos la música de una manera constante, pero no es menos cierto que esa idea de comunión y vivencia se ha sustituido irremediablemente por otra idea: la de comunicación.

Es en este punto en el que empieza a operar el conflicto acerca de la calidad de los contenidos, las estadísticas en referencia a los gustos y ventas y, en definitiva, el más que trillado debate musical (y no solo) que provoca que, de una manera desigual, se difunda y conozca demasiado a menudo la música de una manera limitada y seleccionando justo aquello que no aporta nada en un sentido humano, de emancipación, y apunta hacia unos valores declinantes. Los medios de comunicación de masas difunden de manera evidentemente parcial y crean una identidad común falsa. La identidad, para ser común, ha de ser libremente elegida, pues la identidad es individual y colectiva a partes iguales. El problema de la publicidad, como es bien sabido, es enganchar con fascinaciones y reclamos, ya no la identidad, sino la parte inconsciente de la misma. Por lo tanto, hay una explotación de lo que en un lenguaje llano, denominamos gusto.

Aunque se ha hablado hasta la saciedad de buen o mal gusto, siendo esta una polémica de capital importancia en lo que respecta al arte y, por supuesto, a la música en particular, lo cierto es que actualmente, hablando en un sentido general, no hemos encontrado baremos universales que hagan a toda la población desechar aquello que no es, por así decirlo, de calidad (mal gusto), y elegir todo cuanto es de calidad (buen gusto). En un ambiente más especializado en aquello que es de nuestro gusto (ni bueno ni malo), se diría que podemos entendernos entre nosotros y estar de acuerdo, tal vez, en unos cuantos factores. Sin embargo, la heterogeneidad e inmensa multiplicidad de las propuestas, de lo que se hace, ha dejado siempre a la crítica un papel garante de lo digno a la vez que no preparado, demasiado a menudo, para todo aquello realmente vanguardista.

Sin otra intención que poner de relieve lo paradójico del gusto y de la crítica, invitamos al lector a hacerse verdaderamente consciente de que la crítica es, necesariamente, individual, mientras se pasea por nuestra revista. Como bien se dice por ahí, somos lo
que comemos. Si a alguien no le pareciera importante esta afirmación en lo referente a la música, hay que señalar que solemos pasar mucho más tiempo escuchando música que comiendo. Veamos, entonces, lo que nos vamos comiendo y qué tal nos sienta.

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