jueves, 24 de enero de 2013

The Beatles y el arte total

Paralelamente a todas las disciplinas artísticas, la música ostenta esa dualidad entre la aceptación de un público con una clara tendencia al conformismo y su veracidad y trascendencia. Vamos a ilustrar esto con el ejemplo de The Beatles.

The Beatles abandonó las giras en estadios abarrotados y aquellos conciertos prácticamente inaudibles a causa del entonces incipiente e histérico fenómeno fan, por transmitirnos sus experiencias místicas in crescendo. Como hemos de saber bien, la banda se movía en ambientes hippies influenciados porla Generación Beat y se codeaba con la vanguardia del momento, circunstancia que es siempre terreno abonado para la evolución de un artista (dejando aparte la enorme estela de las drogas psicoactivas).

No es cierto que todo artista que sigue su propio camino sin dar importancia al alrededor sea trascendente. Sí es cierto, sin embargo, que solo una conciencia clarísima de la voz propia suele conseguir trascender. En este sentido, vemos en The Beatles una enorme fundación de la música de estudio en el pop rock, hacia el arte total con todo tipo de arreglos que no son posibles en un directo. En definitiva, otra concepción de la banda musical, y esta vez para dejar de negarle todo espacio y toda experimentación. En The Beatles, la transgresión de instaurar el universo personal desde una plena consciencia artística de visión y transmisión del propio mensaje se extrapoló a las masas fácilmente, puesto que eran ya músicos consagrados y de cobertura máxima para el despegue de esta aventura.

Conectarnos musicalmente con una frontera inasible antes reservada a otro tipo de artes como la pintura o la literatura fue lo que lograron ampliamente los de Liverpool. Así, The Beatles cambió los conciertos fáciles que derruían histéricamente adolescente tras adolescente por el arte musical con mayúsculas, puesto que no encontraban placer en el pedestal máximo del éxito que ya habían logrado explorar en un tremendo hito  sin precedentes de sí mismos. Tampoco es menos cierto que eran ya millonarios…

Queden las palabras del poeta Baudelaire en referencia a su libro Las flores del mal para ilustrar lo mencionado acerca de la visión del creador que no extravía su cometido en su autocomplacencia ni en la del público: «No es para mis mujeres, mis hijas o mis hermanas que se ha escrito este libro; tampoco para las mujeres, las hijas o las hermanas del vecino»,

Toda trascendencia es universal.

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