martes, 26 de marzo de 2013

El canon



El clasicismo siempre se nos presenta como modelo y como misterio vital. Es una clave pura y sin disfraces que permanece. Podemos dividirnos mediante este concepto en clásicos y contemporáneos, es decir, lo que se suele llamar ser moderno. ¿Qué puede ser lo que hace a una obra clásica y qué es lo contemporáneo?

Lo contemporáneo habla de nuestra época y lo clásico es una definición humana. Lo contemporáneo son nuestros modos, nuestras vestiduras, nuestra actualidad; pero mediante lo clásico nos explicamos, nos desnudamos, nos encontramos y nos entendemos. Dadas todas las corrientes musicales que rompieron el modelo de la música clásica, no vamos a limitarnos a hablar de lo clásico en música como una diferenciación entre la denominada música clásica y su ruptura como lo que pasa a ser música contemporánea. No vamos a ser tan simples. Vamos a explicarnos lo que hace clásica una obra contemporánea. Vamos a ver por qué y no vamos a conformarnos con cánones impuestos. Vamos a elaborar nuestros propios cánones.

Contemporáneo es nuestro tiempo, nuestra época. Un agregado de cosas, cosas y cosas que simplemente hablan, aportan una voz, están presentes. Cuando lo contemporáneo no solamente habla sino que llega a trascender una época, puede haber clasicismo en lo contemporáneo. Clásico es lo que trasciende, lo que llega a nuestra esencia, a una definición y a una explicación de lo que se vive; son las razones de por qué se hace. Es lo relativo al ser humano de una manera intemporal. Por ello la trascendencia de la época. Por ello, una explicación de nuestro modo de vida aquí y ahora, una puerta que nos enseña quiénes somos tras las corrientes diversas que nos arrastran y que intentan definirnos por uno u otro lado.

Hagamos un intento de interpretar lo vanguardista también de esta manera. La forma superficial de la vanguardia es la originalidad, la novedad. Esto no puede hacerse de esta manera por hacerse y para nada. El clasicismo que podemos entrever en la vanguardia no es original por ser atractivo y diferente, no es simplemente un modo de diferenciarse de las corrientes -aunque la vanguardia siempre sea eso y una ruptura en dos de la corriente del río-. La vanguardia cruza el río salvaje del agregado de cosas y cosas, de todas las corrientes que coexisten en una época y que intentan definirnos pero no llegan a hacerlo porque es precisamente la ausencia de definición lo que nos identifica: somos lo que somos, no una etiqueta gratuita -o bastante cara- que nos viene de fuera. La vanguardia es una liberación de la época, una liberación de los cánones y una sorpresa ante algo que no puede ser etiquetado. Así que la vanguardia evita la definición y el clasicismo nos define como seres humanos. Ambas maneras nos transcienden. La vanguardia sería una suerte de clasicismo a la inversa. No hay definición para el ser humano porque el ser humano no permite esa definición, sino que es sus modos de ser humano. El clasicismo define una norma intemporal que siempre se da en el ser humano. Es cuanto nos define desnudos de toda etiqueta. La vanguardia es esa intemporalidad en la que el ser humano se sigue buscando cuando no encuentra las referencias en el correspondiente etiquetado de cada corriente coexistente. Así que más allá del etiquetado entre clásico y moderno, vemos que las cosas no son lo que aparentan. No son tan simples. Se nos escapan nuestros propios modos de valorar porque los académicos ya lo hacen por nosotros.

Perdonad, pero, ¿no os parece que todo esto requiere querer descorrer la cortina de todo este zafio etiquetado?

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