martes, 23 de abril de 2013

La innovación como ruptura del canon prefijado

Mucho se ha y hemos ya hablado del canon, así como de la vanguardia, pero hoy necesitamos retomar estos temas para ponernos a hablar de la subversión y del porvenir, lo que, como bien os tenemos acostumbramos, será relacionado con el arte y por supuesto con la música.

Todo lo relativo al canon puede, en un momento dado, acusar un relevante atraso en cuanto a vanguardia se refiere. La razón principal de esto es la fijación conceptual y sus consiguientes especializaciones en cuanto a cada disciplina. Así, habrá una manera determinada de entender estructuralmente el estilo. Esto se debe principalmente a la manera en que el especialista se forma en su disciplina concreta y al sistema de aprendizaje desde el que se decide -o ni siquiera decide- partir. Así, un escritor tenderá a construir la forma o estructura desde un canon o unas normas inherentes al oficio o inspiradas -cuando no caen en una mera imitación- en otros autores. En la música, habrá un estilo inicial del que partir y por supuesto un método desde el que aprender a tocar un determinado instrumento.

¿Qué conflicto puede traer consigo esto en lo tocante a la innovación? ¿De qué manera se produce una ruptura terminológica o estilística que deriva en ruptura o vanguardia, o bien consigue volver a los orígenes y traer de vuelta estilos considerados clásicos intocables, así como tantos otros evaluados con anterioridad como simplistas o manidos, que caen de boca en boca con la escalofriante y tópica expresión «estar pasado de moda»? ¿Qué queremos decir con esta larguísima pregunta? Respondemos.

Todo cuanto recupera la voz clásica parte de una vuelta a los orígenes y esto es una ruptura con el estilo imperante del momento, así como rupturista es el abanico formal propio de las voces que surgen de la vanguardia. También vemos que elaborar un modo propio de aprendizaje que no se centre en las consiguientes estructuras formales de supuesta relevancia para la reproducción del mismo es lo que posibilita que el modo de elaborar una obra sea diferente, puesto que la teorización de la que se parte es de otra índole; comienza desde otra perspectiva. A este tipo de elaboraciones y reelaboraciones debemos las obras experimentales y todo lo que va a caer en el cajón denominado autodidactismo.

Siempre se habla con procaz abundancia acerca del estilo. Actualmente existe un enorme abanico de estilos que son juzgados con otra gran multiplicidad de etiquetas. Se tiende, así, a fijar conceptualmente y se desemboca en los cánones. Este afán de nombrar consustancial al ser humano no sería en ningún caso inconveniente de no ser por nuestra tan frecuente incapacidad para manejar nuestra propia terminología y, sobre todo, nuestra propia manera de aprender, que se refleja en las creaciones en tanto que nos fijamos en su estructura. Es realmente poco frecuente una reflexión acerca de hasta qué punto la manera en que hemos aprendido y las divisiones entre especialidades llegan a coartar la innovación, la creatividad y, definitivamente, la libertad que da rienda suelta a la obra y transforma nuestros patrones mentales; por ende, vitales.

Es, en efecto, lo propio de la creación transformar nuestra terminología, estructuras y referentes, así como utilizar estos últimos en contextos infrecuentes o inverosímiles. Como consecuencia de la presente argumentación concluimos que el mundo académico se mueve en el terreno manido de las especialidades, terminologías, aprendizajes y subsiguientes jergas que muy poco frecuentemente nos permitirán la elaboración de obras liberadas o lo suficientemente independientes, propias del desenfreno de la innovación y el experimento, por más que sea tal mundillo académico lugar de paso ineludible -aunque no destino- para la formación. Garaje Sónico pretende ser también un espacio reflexivo de crítica musical para, precisamente, variar todas estas perspectivas paralizantes que sin darnos cuenta llegan a dominar la manera en que lo musical llega a nuestros espacios. Podemos ver las cosas de otra manera. Podemos verlas a la nuestra. ¿Y vosotros?

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